Un joven de apenas 17 años escribió la primera línea de lo que promete ser una historia emocionante. Sebastián Garro, delantero nacido en Santa Teresa de Cajón, Pérez Zeledón, ingresó a la cancha para debutar con el Deportivo Saprissa este lunes ante los generaleños, el club donde inició a forjar el sueño de toda su familia.
Ese instante no fue solo suyo. Fue también de su hermano Daniel, quien alguna vez persiguió con la misma ilusión la pelota en las canchas, pero que por diversas circunstancias no pudo continuar en el fútbol competitivo.
Sebastián lo reconoce sin titubeos: “Desde pequeño me gustaba jugar fútbol, por mi hermano que jugaba con Pérez”. Daniel, que se vio obligado a dejar atrás aquel sueño, encontró en Sebastián la prolongación de un sueño que se le negó.

Este lunes, frente al televisor en Pérez Zeledón, fue quizá el más feliz de todos: “Qué felicidad verlo ahí”, le dijo, conmovido, tras el debut. Sebastián dejó su hogar muy joven.
A los 14 años recibió la llamada de Saprissa y tomó la decisión más difícil de su vida: mudarse solo a San José. Entre sacrificios, caídas emocionales y la fortaleza mental que se exige a un adolescente lejos de su familia, fue construyendo su camino.
“Muy duro dejar la familia tan niño, pero lo tomé bien, mentalmente fuerte”, recuerda.
El debut
El domingo anterior, Sebastián recibió una sorpresa: fue convocado por el primer equipo. Debía estar a las 6:30 p.m. en el estadio Ricardo Saprissa para compartir camerino con Mariano Torres, Kendall Waston, Esteban Alvarado, entre otros.
“A uno se le vienen un montón de cosas a la mente. Es un sueño, una oportunidad que todos se desean”.
Horas más tarde, en el camerino, escuchó su nombre en la lista y lo invadió la tranquilidad de quien sabe que el esfuerzo empieza a dar frutos.
Ya en la cancha, al lado de referentes, quienes le aconsejaron “disfrutar” el momento, Sebastián respiró profundo y agradeció a Dios. Jugó con calma, entendiendo que cada balón tocado era parte de un aprendizaje mayor.

“No era como me lo esperaba. Uno desde afuera lo ve sencillo, pero adentro es otra cosa, poco tiempo para pensar y mucha intensidad”, confesó tras el partido.
Su familia, fielmente morada, celebró a la distancia. No pudieron viajar, pero vivieron el partido como si hubieran estado en la Cueva.
Sebastián sabe que cada paso es también de ellos: “Súper contentos, no sabían ni qué decir, más mi hermano que fue el sueño de él y no lo pudo cumplir”. Por eso, al final, su mensaje fue directo a Daniel: “Darle las gracias por apoyarme y darme consejos”.
En esa gratitud se esconde el verdadero sentido del debut: no fue solo la presentación de un joven delantero, sino la confirmación de que los sueños pueden cambiar de dueño y ser compartidos, en nuevos caminos.