Fernando Castro ocupa un lugar especial en la historia del Deportivo Saprissa como el compositor que inmortalizó en música la esencia de la institución morada, y sus propias palabras nos revelan la profundidad de su comprensión del sentimiento saprissista. "El motivo de la letra fue hacer una motivación en el sentido de exaltar el saprissismo", declara con la claridad de quien entendía perfectamente la responsabilidad de crear algo que trascendiera generaciones, describiendo cómo evitó conscientemente "caer en la tentación de decir el equipo campeón eterno" porque comprendía que "el mejor equipo del mundo a veces no es campeón".

Para Castro, la creación del himno representaba mucho más que un simple encargo musical; era la oportunidad de capturar la esencia de una filosofía deportiva que había observado durante años. Su trabajo coincidió con una época donde el club vivía bajo el lema "Poder y Orgullo", creado durante la administración de don Fabio Garnier, quien personalmente le solicitó la composición. Esta filosofía institucional encontró su expresión perfecta en las líneas que Castro compuso, donde transformó "poder y orgullo" en "poder y tradición", creando un himno que honraba tanto el presente como la historia del club.
Lo que más destaca en el testimonio de Castro es su descripción de la peculiar controversia que rodeó el estreno de la obra. "Se dio la casualidad de que el director general de bandas asignó estrenar el himno de Saprissa en el estadio de Saprissa con la banda de Alajuela y eso levantó una roncha tremenda", recuerda con cierta ironía sobre un episodio que ilustra perfectamente la pasión del fútbol costarricense. La situación fue tan polémica que "la banda de La Liga se vio obligada a hacerle un himno a la Liga para emparejar el terreno", demostrando cómo la música deportiva puede convertirse en un campo de batalla cultural.
Su visión compositiva reflejaba una comprensión profunda de lo que significa ser saprissista más allá de los resultados. Al escribir sobre "Garra, Pundonor, siempre en busca del gol", Castro capturó valores eternos que no dependían de campeonatos específicos sino de una actitud y una forma de entender el fútbol. Esta perspectiva visionaria le permitió crear versos que resonarían con saprissistas sin importar las circunstancias deportivas del momento.
La expresión "el monstruo del fútbol" que Castro inmortalizó en su himno se convirtió en "un ícono de frase para los saprissistas", como él mismo reconoce. Esta metáfora no surgió de la casualidad, sino de una observación cuidadosa de cómo los aficionados percibían a su equipo: no solo como un club exitoso, sino como una fuerza de la naturaleza capaz de generar respeto y admiración incluso entre sus rivales.

El proceso creativo de Castro estuvo marcado por un pentagonal histórico donde participaban "Saprissa, Puntarenas, La Liga, Cartago y Heredia, los cuatro tradicionales más Puntarenas". Este contexto competitivo agregó una dimensión especial al estreno, convirtiendo el himno no solo en una expresión artística sino en una declaración de identidad en medio de la rivalidad deportiva más intensa del país.
Su enfoque en "exaltar el saprissismo" como concepto abstracto, más que los logros concretos, demostró una sabiduría compositiva que permitió que el himno mantuviera su relevancia a través de décadas. Castro entendió que los títulos van y vienen, pero los valores y la pasión son eternos, creando así una obra que funciona tanto en momentos de gloria como en períodos de adversidad.
La controversia del estreno con la banda de Alajuela, lejos de ser una anécdota menor, ilustra perfectamente el impacto cultural inmediato que tuvo la obra de Castro. El hecho de que generara tal "roncha" que obligó a la creación de un himno rival demuestra que había logrado crear algo genuinamente poderoso, una pieza musical que instantáneamente se convirtió en símbolo de identidad colectiva.

Fernando Castro representa la figura del artista que comprende la responsabilidad social de su trabajo. Su himno para el Deportivo Saprissa no fue simplemente una composición por encargo, sino una obra de arte popular que capturó y definió la identidad de toda una comunidad deportiva. Al evitar los triunfalismos fáciles y concentrarse en valores permanentes, Castro creó algo que trasciende el deporte para convertirse en patrimonio cultural, una melodía que une corazones morados sin importar la época, la circunstancia o el resultado del último partido.