Callado, serio y concentrado. Alberth Barahona tiene apenas 20 años de edad, pero ya está haciendo sus primeras armas en la máxima categoría y el reciente fin de semana tuvo la oportunidad de jugar su primer encuentro como titular, en una semifinal, a estadio lleno, con la camiseta que ama.
Este mediocampista es oriundo de Isla Venado, donde vive toda su familia. Creció con un balón pegado a sus pies y desde los cuatro años de edad integró un equipo que entrenaba su papá. Luego, al cumplir nueve, llegó su primer salto: jugar en una escuela de fútbol de Jicaral. En esa etapa, estuvo hasta cumplir los 14 y luego fue llamado por el equipo Jicaral Sercoba.

Jicaral pertenece al distrito de Lepanto, en Puntarenas. Lo que obligaba a Alberth y a su familia a desplazarse en panga, para llegar a los entrenamientos y seguir dando pasos hacia cumplir su gran sueño de ser futbolista profesional.
“Primero iba al colegio y luego, cuando terminaba, me iba en la panga, para un muelle que se llama La Penca. A veces me llevaba mi papá, pero cuando él andaba pescando y no podía llevarme, buscábamos un ride o iba yo solo”, explicó Barahona sobre sus inicios.

A los 17 años de edad, Barahona jugó una semifinal con el conjunto jicaraleño contra el Deportivo Saprissa en La Cueva, hizo un gran partido y al día siguiente recibió una llamada que enrumbó su destino como jugador de fútbol.

“El domingo yo estaba en la iglesia y me entró una llamada. Yo no quería contestar porque era un número que no tenía agregado. Mi papá me dijo que contestara, salí de la iglesia y era Don Sergio (Gila). Él me dijo que le había gustado mucho el trabajo que había hecho en la fase de semifinal, en los dos partidos. Y me comentó que le gustaría que yo jugara para Saprissa el siguiente torneo”, añadió el joven atleta.

La misión ahora era la de seducir a sus papás de dejarlo irse lejos de la isla, para seguir dando pasos hacia su sueño. Ellos no estaban muy convencidos, según cuenta el propio Barahona, pero al final, lo logró junto a la ayuda del resto de su familia. “Yo sabía que era una oportunidad que tenía que tomar y no podía dejarla ir”, mencionó.
Al rememorar esos momentos y los que vive actualmente, Alberth se remonta a sus primeras memorias en el fútbol. Estas eran en el patio de su abuela, en el que acostumbraba a jugar “mejengas” con sus primas Verónica y Mónica Matarrita (jugadoras de la segunda división femenina del Deportivo Saprissa) y desde las que forjó un sueño que poco a poco se está cumpliendo.

“Siempre le quebrábamos las matas a la pobre de mi abuela”, recordó entre risas.
Todos los niños tienen un ídolo y pretender ser ese jugador cuando están practicando fútbol. En el caso de Barahona, el patio de su abuela era La Cueva y sin titubear se sinceró: “Yo era Mariano”.

Ahora, entrena con él todos los días, pero no olvida como fue su primera práctica con la máxima categoría del Monstruo.
“Yo estaba en el camerino de los chamacos. Nos tocó bajar y cuando vi a Mariano, no sabía ni qué hacer, hasta le pedí una foto y todo”, recordó.
Hoy por hoy, el oriundo de Venado, menciona que todo el camerino lo apoya y lo aconseja. Siempre le recuerdan que no pierda la humildad y que “trabaje siempre al cien, porque a como uno entrena, uno juega”.
Ese trabajo silencioso lo llevó a debutar, a ir sumando minutos de a poco y, finalmente, a ser titular en un importante juego como la semifinal contra Herediano.

La mañana del domingo, Barahona recibió un mensaje de José Francisco Porras (secretario técnico) en el que le indicaba que debía ir a la habitación del Director Técnico Paulo Wanchope.
Al llegar, Wanchope “me dice que pase y me comenta que él ve cómo trabajo siempre, que siempre me entrego al 100, juegue o no juegue, esté en lista o no esté. Y que me va a tocar jugar, salir de inicio en el partido. Yo sentí una emoción muy grande, hasta las lágrimas se me salieron cuando me comentó esa noticia”.

El resto del día fue una mezcla de sentimientos para Alberth: entre nervios, emoción y consejos de sus compañeros, llegó su gran oportunidad, una que no desaprovechó y por la que todo el país está hablando de él.
Al finalizar el juego, lo primero que hizo fue tener una videollamada con sus papás y no olvidarse de sus raíces. De aquel Barahona que salió en panga de la Isla y hoy está cumpliendo su sueño de portar la ‘S’ en su pecho, como lo hacía en el patio de su abuela, donde pretendía ser Mariano.

Actualmente Barahona reside en la casa club del Deportivo Saprissa, donde convive con otros jóvenes baluartes de la institución. El mediocampista distribuye su tiempo entre entrenamientos y partidos, que combina con sus estudios de Derecho, los cuales cursa gracias a una beca que le dio nuestra institución.